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STREET, Flaubert y la estupidez

En el tedio de la mañana de domingo vagaba por la red social del pajarito cuando un amigo publicaba una foto. El tuit era claro: Posiblemente el graffiti más innecesario de la historia del arte. 

El texto que se aprecia en la fotografía es sencillo. Una ese que desliza rápida en las curvas, una ere coja y una última te que parece un champiñón. Las cuatro primeras letras parecen dejar atrás a las dos últimas que se convierten en una isla extraterrestre que intenta alcanzar el halo de luz níveo de las precedentes.

Caligrafía capital y contraste sobre el alquitrán. STREET.

STREET en Av. Domitienne, Montpellier / ©Pablo Maguilla

STREET en Av. Domitienne, Montpellier / ©Pablo Maguilla

Semejante estupidez viene insertada en el ser humano y se dispara cuando viaja. Encontrarse en otro país parece acrecentar la payasada.  Algunos se afanan en afear monumentos con candados de amor mientras otros buscan un espacio para grabar su nombre, desafiar a la muerte y joderme la visita.

Flaubert que huyó a Egipto de la estupidez de la burguesía francesa se encontró con que en todos lados hay tontos. En la correspondencia con su madre hace mención a unas letras grabadas en la columna de Pompeyo, Alejandría. Alain de Botton, un escritor suizo, recoge en su libro El arte de viajar los pensamientos de Flaubert que irritado escribe que “la idiotez es algo inquebrantable. […] Un tal Thompson, de Sunderland, ha escrito su nombre con letras de seis pies de altura. No hay manera de ver la columna sin ver el nombre de Thompson, y por consiguiente sin pensar en Thompson. Ese cretino se ha incorporado al monumento y se perpetúa con él.”

Pocos viandantes pensarán en ese STREET realizado en la Avenida Domitienne de Montpellier, justo en frente de la Cité Universitaire Voie Domitienne. Quizás mi amigo la recuerde cuando rememore su visita a la ciudad francesa. Quizás esa palabra anglosajona que significa calle vendrá a su mente al revivir  la noche en la que tomó la foto a las 5:30 de la mañana. Sin embargo, el pintar por joder, por absurdo y por feo, palabras de mi amigo, fue lo que le llevó a denunciar este acto de estupidez humana.

Por suerte es sólo una calle. Otra más que sucumbe. La ola estúpida se hace expansiva cuando el tonto en cuestión cambia de país y el grabado o la pintada copa los alrededores de los núcleos turísticos. A pesar de que en ocasiones la creatividad anule a la majadería como en la ciudad de Valparaíso, donde los graffitis forman parte de la estética de los cerros, siempre habrá alguna firma con el nombre del idiota.