Ali Farka Touré, icono de la música maliense y artífice del denominado «blues del desierto» fallecía en marzo de 2006. Han pasado diez años pero su legado musical sigue vivo y su figura continua siendo un estandarte para aquellos músicos de Mali que dan pasos para llamar la atención de Occidente.
En Wiriko me publicado La epopeya de Ali Farka Touré a 10 años de su muerte, un artículo que hace un perfil de Touré y enfatiza la enorme conexión que el músico tenía con su tierra.
Ali Farka Touré era un agricultor antes que músico y a pesar de los premios GRAMMYs y los reconocimientos siempre fue uno más. «Un hombre sencillo» que cantó por unos valores que están amenazados en la región del norte de Mali. Sus letras, cantadas en multiples lenguas, nos traen versos sobre la unidad, un islam tolerante, el esfuerzo o diversidad cultural.
Aquel joven que nunca debió ser músico debido a su descendencia y a escondidas creó su primer djerkel, instrumento monocorde del que nunca se separó, quiso probar la destreza que «dios le había dado». La casualidad hizo que su música llegase a oídos de la persona indicada y a partir de ahí, su música se expandió teniendo, sin embargo, a Niafunké, su pueblo, como eje de toda creación.
A principios del mes de marzo se celebraron varios eventos en Bamako que conmemoraron el aniversario de la muerte de Ali Farka Touré, y su sello discográfico, World Circuit Records, ha anunciado el lanzamiento de un álbum recopilatorio a mediados de este año.